En primer lugar, es necesario aclarar la diferencia que existe entre propiedad intelectual y propiedad industrial:
De este modo, también la protección de estos derechos se realiza de forma distinta, como ahora veremos.
La protección de la propiedad intelectual es un tema de permanente actualidad en la era de internet. Así, la descarga o reproducción en streaming de música y películas, la difusión de fotos online y muchos temas similares dominan el debate actual sobre derechos de autor en el mundo digital.
La propiedad intelectual en España viene regulada en la Ley de Propiedad Intelectual (Real Decreto Legislativo 1/1996, de 12 de abril) y su protección corresponde al Registro de la Propiedad Intelectual, dependiente del Ministerio de Cultura y Deporte.
El núcleo de la propiedad intelectual son los denominados derechos de autor, que la ley define como aquel derecho que corresponde al autor sobre su obra por el mero hecho de haberla creado. Por tanto, el hecho de registrar las obras simplemente servirá como medio de prueba de esa autoría.
La propiedad intelectual de una determinada obra atribuye a su autor una serie de derechos sobre ella:
Las patentes son, quizás, el sistema más conocido de protección de la propiedad industrial. De este modo, podemos definir la patente como un derecho exclusivo sobre una determinada creación o invención de productos o procedimientos con utilidad industrial.
En consecuencia, el titular de la patente podrá decidir si la invención puede o no ser utilizada por terceros y de qué forma. Con carácter general, la patente solo está vigente en el territorio en que se registra, y tiene una duración de veinte años.
Además de la patente, en España hay otros tipos de propiedad industrial:
Si quieres saber cómo patentar una idea, puedes dirigirte a la Oficina Española de Patentes y Marcas para conocer en detalle el procedimiento.
Como ves, el tema de la propiedad intelectual e industrial es muy amplio y complejo. De hecho, la legislación y los sistemas de protección de estos derechos han tenido que actualizarse a un ritmo vertiginoso para poder adaptarse a los retos del mundo digital. Se trata, en definitiva, de hacer compatibles los derechos de autor con la necesidad de difusión de la cultura y el avance tecnológico.