La Puerta de Alcalá y otras puertas de Madrid

Colosales, impresionantes, magníficas… cualquier lista de adjetivos se queda corta para definir la grandeza de estas joyas arquitectónicas. La Puerta de Alcalá es la máxima representante de estas construcciones, pero no la única. No pierdas de vista este post si quieres conocer más sobre la historia de estos monumentos madrileños.

“Ahí está. Ahí está, viendo pasar el tiempo, la Puerta de Alcalá”. Inevitable hablar de este monumento sin que el estribillo del himno de Ana Belén y Victor Manuel resuene en nuestras cabezas. Situada en la Plaza de la Independencia, la Puerta de Alcalá se alza en la rotonda que une las calles de Alcalá, Alfonso XII, Serrano y Salustiano Olózaga, todo ello bajo el abrigo del Parque del Retiro, emplazado a escasos metros.

Pese a que la puerta original data del siglo XVI, la actual es obra de Francesco Sabatini y fue construida por encargo de Carlos III en 1778. Restaurada cinco veces, su estilo neoclásico, inspirado en los antiguos arcos de triunfo romanos, siempre ha sido respetado. Supuso el primer monumento europeo de este estilo tras la caída del Imperio romano, al que seguirían el Arco de Triunfo de París y la Puerta de Brandeburgo de Berlín.

Referente mundial en el terreno de la historia y el arte, en 1976 fue declarada Monumento Histórico-Artístico por el Estado Español.

Tres puertas precedieron a la que encontramos actualmente en la Glorieta de Toledo. Levantada en el primer tercio del siglo XIX y diseñada por el arquitecto Antonio Aguado, fue concebida a modo de homenaje al rey Fernando VII, siendo la última de las grandes puertas madrileñas.

Restaurada por el Ayuntamiento de Madrid en 1995, sus muros de granito y piedra caliza le han hecho ganarse el sobrenombre de “elefante de piedra cebado con adoquines”. En su fachada, además de una alegoría de España, encontramos una inscripción que, traducida del latín, dice lo siguiente: “A Fernando VII, el Deseado, padre de la Patria, restituido a sus pueblos, exterminada la usurpación francesa, el Ayuntamiento de Madrid consagra este monumento de fidelidad, de triunfo y de alegría, Año MDCCCXXVII”.

La Puerta de Toledo

A mediados del siglo XVIII, esta puerta, la única de las mencionadas que se encuentra a las afueras de Madrid, fue concebida para ser la entrada del Monte de El Pardo durante el reinado de Fernando VI.

Diseñada por Francisco Moradillo junto a Juan Domingo Olivieri y Francisco Barranco, se la conoce como “Puerta de Hierro”, ya que toma su nombre de la verja de hierro forjado que une sus vanos. Construida en granito y piedra blanca, cuenta con un frontón, un escudo real, dos esfinges y ornamentos bajorrelieves de caza, debido a que El Pardo es un coto en el que habitan numerosos animales salvajes. Además, a ambos lados se encuentran dos pilares de estilo dórico.

En la actualidad, y desde el año 1991, se sitúa en una isleta en las inmediaciones del Monte del Pardo junto a las carreteras A-6 y M-30, ya que su enclave primigenio dificultaba la construcción de la A-6.

La historia de este monumento es una de las más curiosas. En 1726, el Marqués de Vadillo encomendó su construcción en sustitución de la conocida como “Puerta del Parque”. El encargado de llevar a cabo esta tarea fue el arquitecto Pedro de Ribera. Formada por tres grandes arcos coronados por una estatua del santo cuyo nombre recibe, en 1770 fue derribada tras las remodelaciones que tuvieron lugar en la zona.

Poco tiempo duró este vacío, ya que Carlos III encargó a Sabatini una tercera puerta para dar acceso al nuevo Paseo de la Florida, que quedó terminada en 1775. Pero tampoco esta vez sería la definitiva, ya que en 1890 el monumento sería desmontado para facilitar una reorganización del tráfico de la capital. Finalmente, en 1995 quedó inaugurada la puerta que hoy conocemos, diseñada por Juan A. de las Heras a modo de réplica de la creada por Sabatini.

La Puerta de San Vicente

Conocido también como Puerta de Carlos III, este monumento se sitúa en el Paseo del Prado, formando parte del cerramiento del Real Jardín Botánico, y fue construido a finales del siglo XVIII e inaugurado en 1781. Aunque esta puerta fue diseñada por Sabatini a las órdenes del ya citado rey y pensada para ser la entrada principal del recinto, finalmente cedió ante la Puerta de Murillo (concebida por Villanueva), que se encuentra junto al Museo del Prado.

Realizada en piedra de granito, recuerda en gran medida a la Puerta de San Vicente, ya que consta de los mismos elementos: arco de medio punto en el centro, frontón y sendos postigos en los laterales. En la actualidad, cuenta con una placa conmemorativa en la que se menciona a Carlos III.

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